Sentado en la cocina, urgando en los recuerdos de hace un año, intento reproducir el momento en el que cruzamos nuestras miradas por última vez: era 31 de diciembre y teníamos a su familia invitada a cenar. Lo nuestro hacía tiempo que no marchaba bien, y entre las cacerolas y las sartenes con las que preparamos el menú, fuimos haciéndonos los reproches que cada uno de nosotros había acumulado con esmero desde el mismo momento en el que nos conocimos. El brindis por el futuro lo hicimos con los ojos enrojecidos y antes de marchar a la cama le dije adiós. Por la mañana, a modo de despedida en la almohada había dejado una nota breve que aún guardo en mi cartera: "Ya no nos queda más que decirnos. Feliz año". Me parece que nuestros ojos se cruzaron un instante último, cuando ella salía del cuarto de baño y yo entraba. Recuerdo que pensé que estaba muy atractiva con aquel camisón.