Ir al contenido principal

Un sorbito de sombras

Para acabar mi alocución haré referencia a los seres míticos que habitaban las noches en la oscura postguerra. Ustedes habrán oído hablar del sacamantecas o del hombre del saco. Estos son conocidos por la mayoría de los niños, dado que han perdido su esencia inicial y se han convertido en un mero instrumento de aleccionamiento utilizada por los padres contra hijos desobedientes.
Lo que se olvida con frecuencia es que estos personajes tienen una base real, no son fruto de la imaginación, sino de personas reales que eran especiales y extraños para el resto de los seres. Lo mismo que el roba sombras. Este personaje no ha sobrevivido en las leyendas actuales, pero durante una época aterrorizó a los habitantes de los montes asturianos. Decían que cazaba sombras y que aquellos a los que atacaba terminaban muriendo, al dejar de ser obstáculos para la luz.
Ustedes dirán que no es más que un mito, pero sólo aquellos a los que les han extraído un sorbito de sombra saben que lo que digo es cierto, personas que no soportan la luz o que incluso sólo son capaces de vivir en penumbra, como yo.

Comentarios

Irilien ha dicho que…
Uyuyuyuyuy...de la penumbra a las tinieblas sólo hay un paso...cuidado sayonara¡¡¡¡¡XD
David Uclés ha dicho que…
A ver si lo doy mañana :-)
Irilien ha dicho que…
oioioioioioi....alli nos veremosMUAJAJAJAJAJAJAJA

Entradas populares de este blog

Soñar con la Atlantida

Toda su vida había sido una espiral de sucesos que se alejaban para luego acercarse al tema central de su Universo: la Atlántida. Desde que escuchó el primer cuento sobre ella, narrado por su abuelo, supo que irremediablemente estaba atrapado por su búsqueda. Lo leyó todo, desde la descripción idealizada de Platón, hasta las versiones más disparatadas de los grupos herméticos. Había visitado todas las posibles Atlántidas de la Tierra y había coleccionado cuanto documental, libro o folleto turístico que se había cruzado en su camino. Lo sabía todo sobre esa nación, lo posible y lo imposible y, aún así, la seguía buscando porque soñaba con ella todas las noches. Contaba con sesenta años cuando, de la mano de su nieto, descubrió las posibilidades de Internet. Y, entre todos los recursos que descubrió, hubo uno que le hechizó de forma especial, el Google Earth. Desde que lo descargó a su ordenador se pasaba las horas analizando cada centímetro cuadrado del mapa virtual del mundo, intentand

El premio

Las rutinas son el calmante que usamos en nuestra vida diaria para ocultar el aburrimiento, para obviar que la mayor parte de nuestras vidas es perfectamente insulsa. Ana María mantiene infinidad de rutinas; de hecho, la mayor parte de su día está dictado por ellas. Siete de la mañana, despertador; siete y cinco, comienza a sonar la radio; a las y cuarto ya está saliendo de la ducha; desayuno rápido con café y pieza de fruta; 20 minutos andando al trabajo escuchando el podcast diario de la BBC para que el inglés no se oxide; saludar al agente de seguridad de la puerta, entrar en la oficina, encender el aire acondicionado, arrancar el PC que cada día va más lento, comenzar a procesar documentos: pedidos, facturas, transferencias. Desayuno con tostada y segundo café a eso de las diez, en Casa Amalia, casi nunca acompañada, mirando el ABC en el móvil, máximo 20 minutos. De vuelta a la oficina y a los documentos hasta las tres.  Imagen generada con DALL•E Comprar de camino a casa la comida

Ya no hay margen

Los correos electrónicos sin responder se acumulan en la bandeja de entrada. Los minutos transcurren impasibles y él lo ve agotarse sin ser capaz de mover el ratón por la pantalla. Lee los asuntos y los remitentes y sabe que muchos de ellos necesitan una respuesta urgente. Nada distinto del resto de sus días, salvo porque hoy una angustia terrible le mantiene inmovilizado. Solo es capaz de mirar la pantalla mientras los correos siguen entrando. Y solo desea huir. Su mente escapa a un lugar de su adolescencia en el que fue plenamente feliz. Una tarde de verano en una playa de Cádiz, navegando en un velerito ligero con Inma. Entonces ella era su máxima preocupación y todo era infinitamente más sencillo. Jugar con el viento y las olas y mirar con disimulo y deseo a la muchacha. Aquella tarde se besaron por primera y última vez.  imagen generada con stable diffusion El teléfono suena y le saca bruscamente del ensueño. Es su jefa. Y vuelve a querer escapar. Pero ya no hay margen. Debe respo