Eran diez, y eran nueve. Nueve los años que llevaban viajando juntos, y diez el número de amigos. Cinco parejas que se conocían de antiguo y que durante tres o cuatro días al año recorrían juntos unos cientos de kilómetros por el mundo.
Con el paso del tiempo habían ido forjando una confianza que llegaba a su máximo anual durante aquellos viajes. Pero ese año era distinto, sería el último. No lo habían previsto así pero a veces el destino teje carambolas imposibles. Un cruce de miradas fugaz, una sospecha fulminante y un par de silencios culpables convirtieron aquellos felices días en una espera insufrible en la que las fotos retrataban mentiras.
Con el paso del tiempo habían ido forjando una confianza que llegaba a su máximo anual durante aquellos viajes. Pero ese año era distinto, sería el último. No lo habían previsto así pero a veces el destino teje carambolas imposibles. Un cruce de miradas fugaz, una sospecha fulminante y un par de silencios culpables convirtieron aquellos felices días en una espera insufrible en la que las fotos retrataban mentiras.
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