Son las dos y media. En treinta minutos mi vida podría dar un giro. Me miro al espejo y mis 24 años rebosan seguridad y atractivo: no puedo fracasar.
Por el camino me asaltan las dudas, ¿y si no estoy a la altura? ¿Y si no soy lo que ella espera? Apenas hemos cruzado unos cuantos correos electrónicos y en ellos no he podido lucirme; soy más convincente de palabra que por escrito.
Me mira desde detrás de la mesa. Sus ojos asoman por encima de la montura de las gafas y la mueca de su boca, entre sonriente y formal me intimida. Respondo con la mejor de mis sonrisas ensayadas y ella me pide que tome asiento mientras revisa los resultados de mi psicotécnico.
– Ya veo. Experiencia, no tiene, ¿verdad?
Comentarios
Espero descubrir gratamente en tus relatos de cuánta ternura más eres capaz, será INMARCESIBLE?jejeje.
Un abrazo, Sayonara