Partió siendo un niño, con su padre, en busca de la ciudad de los inmortales. Tardó 20 años en encontrarla y, por el camino, perdió toda conexión sentimental con su pasado y con su tierra.
Por eso no dudó en alistarse en el ejército de los 100. Durante siglos guerreó al lado de los hombres más valientes de los que la historia tuvo noticia, hombres que no tenían miedo a la muerte porque no podían morir.
Sin embargo, un día, su brazo no pudo seguir alzando la espada, porque su mente se había anclado en un recodo del Nilo, en la mirada de una joven de piel brillante. Esos ojos le siguieron hasta Alejandría y, desde allí, hasta Roma, atravesaron con él la Galia y se apostaron a la orilla del Rin.
No la olvidó, no podía. Y cuando quiso regresar a aquel lugar, encontró una mujer vieja, que miraba con la misma dulzura, pero que esperaba la muerte antes que a un amor perdido.
Entonces volvió buscar, con más empeño que antes, un lugar, un arma, un enemigo que le librara de su maldición eterna.
Por eso no dudó en alistarse en el ejército de los 100. Durante siglos guerreó al lado de los hombres más valientes de los que la historia tuvo noticia, hombres que no tenían miedo a la muerte porque no podían morir.
Sin embargo, un día, su brazo no pudo seguir alzando la espada, porque su mente se había anclado en un recodo del Nilo, en la mirada de una joven de piel brillante. Esos ojos le siguieron hasta Alejandría y, desde allí, hasta Roma, atravesaron con él la Galia y se apostaron a la orilla del Rin.
No la olvidó, no podía. Y cuando quiso regresar a aquel lugar, encontró una mujer vieja, que miraba con la misma dulzura, pero que esperaba la muerte antes que a un amor perdido.
Entonces volvió buscar, con más empeño que antes, un lugar, un arma, un enemigo que le librara de su maldición eterna.
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