Se había leído todo lo de Isabel Allende y había construido para sí una imagen del mundo muy especial, una mezcla de magia, amor y amor mágico a partes iguales. Sin embargo, dado que nunca le pasaba nada parecido a lo que leía en las novelas, concluyó que el mundo no era lo suficientemente romántico para mujeres como ella o Allende. De esa idea finalmente nació una obsesión, consistente en querer conocer a la escritora, contarle su vida y que ésta la novelara, aderezándola con sus selvas y sus magias. Cada año acudía, por tanto, como si de una peregrinación se tratara, a la feria del libro con el ejemplar editado para la ocasión, en busca de la firma de la autora y de una oportunidad para contarle su vida. Una oportunidad que nunca encontró, pero que logró, a fuerza de repetirse la escena cada año, que la escritora recabase en ella y que, finalmente, en 2006 terminara por recordar su nombre paa la dedicatoria.
Apenas hizo falta nada más, ni siquiera que hablaran como dos viejas amigas de su vida, como había soñado tantas veces. Aquel momento había sido, con mucho, el más emocionante de toda su vida.
Apenas hizo falta nada más, ni siquiera que hablaran como dos viejas amigas de su vida, como había soñado tantas veces. Aquel momento había sido, con mucho, el más emocionante de toda su vida.
Comentarios
Saludos Sayonara...
de la Princesa una vez mas