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La colina

En lo alto de la colina, al final del sendero marcado por los cráteres de los obuses, se levantaban los restos del edificio que debía tomar. Recordaba que años atrás había estado allí con sus padres. Sus ojos de niño apenas se fijaron en la casa, demasiado ocupados en identificar árboles apropiados la escalada. De hecho, ni siquiera se molestó en subir la pendiente.

El calor sofocante no era aliviado por los tristes esqueletos de árboles que se mantenían en pie. Con rápidos movimientos de sus manos puso en marcha a sus hombres. Los miró sabiendo que no todos llegarían arriba. Que a lo peor no llegaba ninguno. Entonces comenzaron los tiros.

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