Sacó del bolsillo la tarjeta de visita. Garabateó sobre ella con un pulso que antes fue firme el número de teléfono y se la dio a la joven. Luego se fue.
Ella no sabía si reírse de aquel pobre hombre, o si sentirse orgullosa del enorme poder de su belleza. Pensó en tirar la tarjeta, pero la guardó en el minúsculo bolso que llevaba en la mano.
Dos días después, le llamó. Era viejo, pero antes de darle la tarjeta le había dicho "me ha parecido ver en tus ojos un trozo de mar".
Ella no sabía si reírse de aquel pobre hombre, o si sentirse orgullosa del enorme poder de su belleza. Pensó en tirar la tarjeta, pero la guardó en el minúsculo bolso que llevaba en la mano.
Dos días después, le llamó. Era viejo, pero antes de darle la tarjeta le había dicho "me ha parecido ver en tus ojos un trozo de mar".
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