Esta es la última vez que nos vemos. Ya no sigo. No tengo fuerzas ni ganas. Y, lo que es peor, ya no me quedan ideales por los que seguir luchando. Ha sido un camino largo, en el que he aprendido a mentir, a acechar y a no fiarme de los que se dicen mis amigos. No me ha ido mal, no puedo quejarme y tú bien sabes la de horas y desvelos que he dedicado a esto, hasta el punto que he perdido a mi familia por el camino. El pueblo podría decirse que me tiene algo de cariño, al menos no me odia. Y ahí quedan para la posteridad, el pabellón, la plaza y los nuevos barrios.
Adiós, querido despacho.
Adiós, querido despacho.
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