En el rincón oscuro se agazapaba, como tantas otras veces. Mientras, el niño contaba torpemente hasta diez. Como siempre, se había vuelto a saltar el dos. Jaime le tenía manía a ese número, tendía a olvidarlo.
– ... ¡Diez! ¡Papá, voy a buscarte!
El dolor en el brazo se intensificó. Se dio cuenta de que era el corazón y pensó en salir de su escondite. Aunque lo pensó mejor, de todas formas Jaime no tardaría mucho en encontrarle.
– ... ¡Diez! ¡Papá, voy a buscarte!
El dolor en el brazo se intensificó. Se dio cuenta de que era el corazón y pensó en salir de su escondite. Aunque lo pensó mejor, de todas formas Jaime no tardaría mucho en encontrarle.
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