Espero la aurora del nuevo día impaciente.
Madrugada sudan mis ojos trasnochados.
Madrugada y tiempo.
Espero por verte. Por recortar tu silueta
con ávidas manos, con sedientos besos.
Las horas dilapidan minutos en el reloj
del fondo. La habitación a oscuras te reza:
Diosa de las sábanas y de los sueños.
Espero por romper el silencio de los días,
la aspereza de las noches sin el calor de un alma,
el silencio de las pasadas horas no vividas.
Llegas como el alba al desierto crudo,
deseada y temida al tiempo. Gloriosa.
Madrugada y miedo.
La bala de tu nombre rasga el éter transparente.
Te nombro y ya no existes. Desespero.
Se ahoga la luna en las luces del amanecer.
Reviven las flores de noche calladas,
y mi espera se estira, maleable y silenciosa.
Llegas pero escapas. Presencia inmaterial,
que vengas la ofensa de Dido en mi pecho.
Madrugada y tiempo.
Madrugada sudan mis ojos trasnochados.
Madrugada y tiempo.
Espero por verte. Por recortar tu silueta
con ávidas manos, con sedientos besos.
Las horas dilapidan minutos en el reloj
del fondo. La habitación a oscuras te reza:
Diosa de las sábanas y de los sueños.
Espero por romper el silencio de los días,
la aspereza de las noches sin el calor de un alma,
el silencio de las pasadas horas no vividas.
Llegas como el alba al desierto crudo,
deseada y temida al tiempo. Gloriosa.
Madrugada y miedo.
La bala de tu nombre rasga el éter transparente.
Te nombro y ya no existes. Desespero.
Se ahoga la luna en las luces del amanecer.
Reviven las flores de noche calladas,
y mi espera se estira, maleable y silenciosa.
Llegas pero escapas. Presencia inmaterial,
que vengas la ofensa de Dido en mi pecho.
Madrugada y tiempo.
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