El perro seguía ladrando mientras corría tras el hombre vestido de azul. Alguien podía creer que se trataba de un juego. Sólo algunos sabíamos que en realidad era una cuestión de vida o muerte.
El hombre vestido de azul trazaba profundos zigzagueos para evitar las acometidas del can, que poco a poco le iba ganando terreno.
Finalmente, los dientes del perro atraparon la pierna del hombre que, desequilibrado, cayó al suelo. Ya en el suelo intentó por todos los medios que los colmillos de la bestia no llegaran a su cuello, pero fue inútil.
Mientras algunos transeúntes se afanaban inútilmente en soltarlo de la mordedura asesina, nosotros saldábamos la apuesta.
El hombre vestido de azul trazaba profundos zigzagueos para evitar las acometidas del can, que poco a poco le iba ganando terreno.
Finalmente, los dientes del perro atraparon la pierna del hombre que, desequilibrado, cayó al suelo. Ya en el suelo intentó por todos los medios que los colmillos de la bestia no llegaran a su cuello, pero fue inútil.
Mientras algunos transeúntes se afanaban inútilmente en soltarlo de la mordedura asesina, nosotros saldábamos la apuesta.
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