Por enésima vez miró los 10 cantos blancos que señalaban la distancia. "10 piedras, 20 metros", pensó. "Tiene que ser suficiente, tiene que ser".
Nuevamente recorrió con la mirada las piedras, contándolas desde sus piés hasta el final. Y, entonces, comenzó a correr. "9, 8, 7, ..." recontaba ya por última vaz según pasaba junto a las señales. "3, 2, 1, ..." Y luego saltó con todas sus fuerzas.
Miles de veces lo había imaginado. Lo había calculado una y otra vez: la distancia, la velocidad, la envergadura, la altura, la presión del aire. Lo único que no llegó a pensar es que, después de todo, él no era un pájaro.
Toda su vida había sido una espiral de sucesos que se alejaban para luego acercarse al tema central de su Universo: la Atlántida. Desde que escuchó el primer cuento sobre ella, narrado por su abuelo, supo que irremediablemente estaba atrapado por su búsqueda. Lo leyó todo, desde la descripción idealizada de Platón, hasta las versiones más disparatadas de los grupos herméticos. Había visitado todas las posibles Atlántidas de la Tierra y había coleccionado cuanto documental, libro o folleto turístico que se había cruzado en su camino. Lo sabía todo sobre esa nación, lo posible y lo imposible y, aún así, la seguía buscando porque soñaba con ella todas las noches. Contaba con sesenta años cuando, de la mano de su nieto, descubrió las posibilidades de Internet. Y, entre todos los recursos que descubrió, hubo uno que le hechizó de forma especial, el Google Earth. Desde que lo descargó a su ordenador se pasaba las horas analizando cada centímetro cuadrado del mapa virtual del mundo, intentand
Comentarios
La verda es que si la lees con detenimiento te da que pensar.
Por cierto, como te dije, he empezado a publicar en mi blog tus historias, voy a una por día, así que tú tranquilo que no te alcanzo. Pues lo dicho, que los estoy publicando y que he dejado un enlace a tu blogg para ver si la gente los lee, un abrazo.